A partir del 10 de diciembre la Argentina, no sólo estrenará presidente (en este caso presidenta), sino también, y por primera vez en su historia institucional, un ministerio dedicado pura y exclusivamente al desarrollo científico y tecnológico: el
Ministerio de Ciencia, Técnica e Innovación Productiva. La noticia, sorpresiva pero coherente con las nuevas tendencias del ámbito productivo mundial, cayó muy bien no sólo en el mundo científico, sino también en el corporativo. El titular del flamante ministerio, Lino Barañao, tiene un reconocido currículum y fue recomendado a Cristina Kirchner por la misma comunidad científica argentina para este cargo.
Lino Barañao, es el titular de la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica desde 2003. Entre sus prioridades como futuro ministro se encuentra la creación de empresas de base tecnológica, especialmente dedicadas al desarrollo de software, nanotecnología y biotecnología, básicamente en sus aplicaciones agrícolas. Este interés de Barañao por ligar la ciencia y la tecnología a la producción no sorprende si se bucea en algunas de sus declaraciones de años atrás, donde aseguraba a modo de reclamo: “Pienso que tenemos la oportunidad única de comenzar a instalar en el país una economía basada en el conocimiento. La Argentina posee un desarrollo científico y tecnológico destacable en Latinoamérica. Aun así, el impacto de este desarrollo en la economía y en la calidad de vida no suele ser muy destacado. Esto es consecuencia, en gran medida, de un esquema según el cual la Ciencia es vista sólo como una actividad cultural y no está acoplada al aparato productivo”.
El crédito al Ministro Lino Barañao está abierto. Veremos si propuestas, esperanzadoras, optimistas y estratégicas para el sector, se traducen en hechos.
Jime Guffanti
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